jueves

Desactivación de kéfir y lo difícil que es deshacerse de la basura de forma legal en Alemania

Soy persona de "último momento". Mira que empiezo pronto a gestionar la vuelta, a resolver asuntos... pero que empiece no quiere decir que, efectivamente, queden resueltos.

Pues resulta que me levanto a las 7:30h. (mi avión salía a las 15h., tenía que coger el autobús de las 12h.) y me quedaba por recolocar un poco la maleta y tirar las cosas que quedaban por tirar (la basurilla de última hora).

"Hay tiempo, campeona". Lo que yo no sabía era que me iba a encontrar con lo siguiente:

- Deshacerse de la basura en una comunidad de vecinos es complicado.

Tuve que bajar un par de veces. En el primer viaje llevaba restos para compostar (en una bolsa de papel tamaño una viena y media, vamos... que no necesité una carretilla ni una polea para bajarla por la ventana) y una bolsa de basura general incluso más pequeña que la  típica verde que te dan en las fruterías (que además era de la casa y yo solo la había rellenado un poco).

Tuve la suerte de que en ese momento (como ya hace sol) están l@s vecin@s charlando en el rellano.

En el segundo viaje bajé con una bolsa de basura del tamaño de la anterior y (y aquí empieza a liarse todo) una bolsa amarilla con plástico -que no se veía- cantosa a más no poder, que tiré en el contenedor de "basura normal". No, no reciclé. Oh. No. Dios mío. Nooooo. ¿Por qué? Pues porque sabiendo cómo es mi casero, me habría echado el broncazo por tirar tres botes de kéfir de 500ml, un taper roto y un poco de papel de burbujas todo de una vez en la bolsa para plásticos de casa -no hay contenedor de plásticos comunitario, así que tengo que tirarlo en casa-. Por esta razón, opté por escurrir el bulto.

Pues estoy deshaciéndome del muerto cuando se acerca la vecina a reñirme en alemán (o a hablarme en alemán en modo alemán, que yo no noto la diferencia).

Me empezó a decir -entendí por gestos- que tenía que reciclar. Que los restos de vegetales crudos, al bidón de compostable y que los restos cocinados, al de basura general, que si no se llenaba mucho y que costaba dinero. Y yo diciéndole que ya, que yo reciclaba (es verdad), que ya lo sabía. Y ella seguía diciéndome cosas y yo seguía diciéndole que ya lo sabía. -No me dijo nada de los plásticos-. Y de repente me empieza a hablar simpática, me sonríe y parece que queda conforme. Hasta me toca el brazo y me dice: "uy, que calentita estás".

Yo me quedé pensando en la bolsa amarilla que acababa de tirar en el bidón de basura general - "la saco, no la saco..." - .

Ahora de repente, aparece mi casero también ahí. Hala, venga, todos juntos.

Yo tenía poco tiempo así que me fui a seguir con lo mío, pero con la bolsa amarilla en la cabeza.

Pues subimos mi casero y yo... estoy en mi habitación terminando cosas y llaman a la puerta. Era la vecina. Habla bajito y cuenta cosas. Mi casero cierra la puerta y yo esperando a que en cualquier momento viniera a decirme que si tal que si cual (no lo quiero llamar sermón, porque en el fondo puedo entenderle, pero para mí, en ese momento, lo era). Al rato me empieza a decir: "me ha dicho la vecina que has bajado muchas cosas. Eso no es bueno".

(Omito la típica conversación en defensa propia cada un@ de sus intereses y visión del asunto y comento que en estos momentos es cuando se aplica eso de que "a donde vayas tienes que adaptarte, aceptar sus costumbres..." aunque vayan contra tu lógica).

Para deshacerte de la basura final es mejor ir tirándola poco a poco -con antelación planificada- que no de sopetón, por eso de los impuestos. Es mi caso, que eran tres bolsas (mucho más pequeñas que una estándar azul de las que tenemos en España), y ya hubo jaleo.

Pues ya ni te cuento para deshacerme de lo poco que me quedaba de comida (ya había dado un montón), pero algo me quedaba: algunos champiñones, un tarrito de salsa de soja, algunos espaguetis, ... NO VEAS como cambia la percepción de las cosas en cuanto a espacio cuando no te puedes deshacer de ellas. Ves una caja con unos pocos de champiñones, un poco de queso, algunos espaguetis, salsa de soja, un pimiento... y dices "buah, con esto me muero de hambre", pero si lo ves desde la perspectiva "nadie se lo quiere quedar, está estorbando y ya es demasiado lo que estoy tirando", pues te quedas to loca.

A todo esto, fui a sacar la bolsa amarilla. Y menos mal. Menos mal. Porque los kéfir estaban fermentados... y las botellas estaban un poco a presión. Abrí una y soltó gas. Abrí otra y soltó gas, me dio un meneo la mano de la presión y me salpicó el kéfir en cara y pecho. Miré la tercera botella. La toqué. "Uy, esto está muy gordo. Yo esto no lo abro". Y ya empecé a imaginar (yo es que soy muy de imaginar)... "ostia... ¿te imaginas que la hubiera dejado en el contenedor y estalla el bidón justo cuando alguien va a echar la basura?" Me acordé de la escena de El efecto mariposa (la del petardo en el buzón) y me dio to mal rollo. Luego pensé en dejar el bote por ahí, en cualquier parte, entre matorrales, que había muchos, pero se me vino a la cabeza cualquier perrete que pasease y descarté la idea de inmediato. "¿Y qué coño hago con esto? Venga, lo abro... pero,  ¿y si me estalla en las manos?" Así que se me ocurrió la mejor opción: llamé a una persona que sabía podía resolverme la duda pues, habiendo estado en el ejército, seguro se había encontrado casos similares o incluso peores. - ¿Jose? ¿Tú sabrías como puedo hacer para desactivar un kéfir sin que me reviente? Pínchalo o rájalo con un cúter. Que salga el aire poco a poco. Ni se te ocurra abrirlo, que eso puede llegar a Lima. Sabia respuesta. Sabía que podía contar con él.

Pues allí fui yo con un chaquetón y unos guantes, por si acaso, y armada con un cúter, dispuesta a realizar la operación. Me busqué un lugar despejado y... todo estupendo. Eso sí. Yo estaba entre cagá y riéndome de lo absurdo y bizarro que me estaba pareciendo todo.


Tampoco me podía deshacer de la ropa que no me cabía en la maleta ni de un par de planchas de poliestireno. Cómo me deshice de ellas es ya otra historia. Ahora estoy en España, siento que se ha cerrado una etapa que se tenía que cerrar y respiro muy feliz. Lo veo y siento todo súper lejano, como si hubiera pasado mucho tiempo...

Lo más curioso de hoy ha sido levantarme y no seguir la misma rutina. La cocina ya no es la misma. Eso sí, cuando me he despertado esta noche para mear, creía que estaba en Nürtingen todavía y me he sonreído de la confusión. Me he despertado a la hora que siempre me despertaba.

3 comentarios:

  1. Bienvenida a casa Silvia! ;)

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  2. ¡graciaaaaas! Me pasaré a hacer visita y a contarte en persona. ;) Buen día.

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  3. En el segundo viaje bajé con una bolsa de basura del tamaño de la anterior y (y aquí empieza a liarse todo) una bolsa amarilla con plástico elcentroamericano.net/biografia-de-mia-everglow/

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