jueves

UMSONSTLADEN: La tienda gratis de Nürtingen.

Entrevista a voluntari@s de la Umsonstladen





1. ¿Cuándo se fundó la Umsonstladen y por qué? ¿Está ligada a otros proyectos?
La Umsonstladen (tienda gratis) fue fundada hace aproximadamente seis años por la Villa Galgenberg. La Villa Galgenberg es un proyecto de vivienda libertario que existe desde hace más de 10 años en la pequeña ciudad alemana de Nürtingen, a unos veinte kilómetros de Stuttgart.

Hay varios motivos por los que hacemos la tienda gratis:

- El aspecto social – gente que, debido a su situación económica, no puede cubrir sus necesidades puede abastecerse en la tienda gratis, sin tener justificarse por ello, recuperando o conservando así su dignidad.

- El aspecto anticapitalista y político – no hay que menospreciar la importancia de la teoría, pero lo que, en la mayoría de las veces, sí que convence a la gente de algo, es la práctica. La tienda gratis es un ejemplo práctico que permite experimentar cómo podría ser una sociedad sin dinero, una sociedad en la que todos toman lo que necesitan y dan según sus posibilidades.

- El aspecto ecológico: compartiendo con otros lo que ya no se necesita en lugar de tirarlo, reduciendo así la cantidad de basura. Cuanto más tiempo se usa una cosa de una u otra forma, tanto menos hace falta producir. Menos derroche de materias primas, menos explotación laboral.

2. ¿Dónde está ubicada?
La Umsonstladen se halla en un pajar junto a la Villa Galgenberg. La dirección es Galgenbergstraße 4, 72622 Nürtingen.

3. Horario de apertura.
La tienda está abierta cada martes y jueves, desde las 15 hasta las 18 horas.

4. Descripción del funcionamiento (usuari@s)
La gente puede traer cosas, que ya no necesite o quiera, pero que todavía funcionen, o/y llevarse cosas que necesite o quiera. Traer algo no es requisito para poder llevarse algo. Tenemos una regla que dice que cada persona puede llevarse, como máximo, tres cosas al día. La intención de esta regla es impedir que la gente se lleve un montón de cosas con el fin de venderlas, por ejemplo, en un mercadillo.

Suele acudir gente muy diversa a la tienda gratis: desde jóvenes hasta personas de la tercera edad, precarios, estudiantes, gente que simplemente tiene ganas de leer un libro que aún no ha leído, vestirse con nueva ropa o de charlar con nosotras.

5. ¿Cómo se gestionan los turnos?
El equipo de la tienda gratis forma parte de la asamblea semanal de la Villa Galgenberg. Ambos son proyectos horizontales, sin jefe ni jerarquía. Todas las decisiones son tomadas por sus miembros, sin diferencia, por mayoría o través de consenso (siendo este último, lo ideal).

Los turnos o los gestionamos en la asamblea de la Villa Galgenberg o los gestionamos entre el equipo, sea a través de WhatsApp o cuando nos vemos.

6. ¿Cuáles son las tareas a realizar? 
Las tareas consisten en aceptar o rechazar los cosas que nos trae la gente, arreglar, ordenar y limpiar todo en la tienda gratis y contestar la preguntas de los usuarios interesados en el proyecto.

7. ¿Disponéis de suficiente equipo humano para cubrir todas las tareas?
El equipo es bastante grande para cubrir todas estas tareas. Pero cuanta más gente se apunta, mejor :) Si se implicaran más personas, podríamos, por ejemplo, extender los horarios.

8. ¿Hay espacio suficiente para todo?
¿Puede haber bastante espacio para algo así? ;)
Más bien no. A causa del espacio limitado ya no podemos aceptar todas las cosas que nos traen. No tomamos cosas estropeadas o sucias y tampoco cosas de las que, según nuestras experiencias, suponemos que nadie se las llevaría.

9. ¿Qué pasa cuando hay demasiadas cosas? 
Las reciclamos, lo mejor posible conforme a las reglas de la separación de residuos: libros y otros papeles al contendedor de papel usado, vidrios al contenedor para vidrios de desecho, etcétera.
Las camisas (y otras telas adecuadas) las usamos para nuestra proyecto de suprarreciclaje, convirtiéndolas en bolsitas para la tienda gratis (para detalles, véase la otra entrevista que hiciste con nosotras: "Haciendo bolsas en compañía").

 10. ¿Qué objetos abundan más?
Ropa de niños y libros. También tenemos muchos utensilios de cocina, pero aún no demasiados.

11. Dinos algunos de los objetos más peculiares que hayas visto allí.
Una máscara de gas – el mismo día en el que alguien nos la trajo, otra persona se la llevó.

12. ¿De qué herramientas de visibilización disponéis?
Aparte de nuestros carteles y volantes informativos: 





Lo más importante y efectivo en difundir informaciones es la propaganda de boca en boca.

13. ¿Existen gastos económicos derivados de la actividad? ¿Cuáles? ¿Se cubren? ¿Cómo?
Sí que existen gastos económicos. El alquiler del pajar lo pagan los vecinos de la Villa Galgenberg. En dicho pajar también se hallan varios talleres y el gimnasio de la Villa Galgenberg. Los demás gastos, como la impresión de carteles y volantes informativos, la calefacción durante el otoño e invierno y la eliminación de residuos, son cubiertos por los vecinos de la Villa Galgenberg y donaciones que la tienda gratis recibe por parte de algunos usuarios.

14. ¿Hay afluencia de personas? ¿Están contentas?
La afluencia de personas lleva desarrollándose continuadamente de manera positiva. Hay cada vez más gente que disfruta de la idea de compartir cosas en lugar de usarlas y tirarlas.

15. ¿Qué aportas y que te reporta tu colaboración como voluntario?
Todos en el equipo contribuyen lo que pueden y que hace falta.
Como la segunda es una pregunta personal, también lo serán las respuestas:

"Para mí es la compensación de la vida cotidiana. El trabajo en la tienda gratis me hace mucha ilusión porque veo llevado a la práctica muchos aspectos como me gustaría verlos en tamaños más extensos".

"Para mí, trabajar en la tienda gratis significa dejar atrás un poco la sensación de impotencia. Me permite empezar a cambiar el mundo, ahora mismo, aquí mismo, y aprender actuando. Una pancarta encima de nuestra puerta de entrada dice 'vivir la utopía' – y eso es exactamente lo que tratamos de hacer aquí".

La banda alemana Die Ärzte lo dijo muy bien en su canción "Deine Schuld" (Tu culpa): "No es tu culpa que el mundo sea como es, solamente sería tu culpa si se quedara así".


(16 de abril de 2018)

Música que acompaña


Desactivación de kéfir y lo difícil que es deshacerse de la basura de forma legal en Alemania

Soy persona de "último momento". Mira que empiezo pronto a gestionar la vuelta, a resolver asuntos... pero que empiece no quiere decir que, efectivamente, queden resueltos.

Pues resulta que me levanto a las 7:30h. (mi avión salía a las 15h., tenía que coger el autobús de las 12h.) y me quedaba por recolocar un poco la maleta y tirar las cosas que quedaban por tirar (la basurilla de última hora).

"Hay tiempo, campeona". Lo que yo no sabía era que me iba a encontrar con lo siguiente:

- Deshacerse de la basura en una comunidad de vecinos es complicado.

Tuve que bajar un par de veces. En el primer viaje llevaba restos para compostar (en una bolsa de papel tamaño una viena y media, vamos... que no necesité una carretilla ni una polea para bajarla por la ventana) y una bolsa de basura general incluso más pequeña que la  típica verde que te dan en las fruterías (que además era de la casa y yo solo la había rellenado un poco).

Tuve la suerte de que en ese momento (como ya hace sol) están l@s vecin@s charlando en el rellano.

En el segundo viaje bajé con una bolsa de basura del tamaño de la anterior y (y aquí empieza a liarse todo) una bolsa amarilla con plástico -que no se veía- cantosa a más no poder, que tiré en el contenedor de "basura normal". No, no reciclé. Oh. No. Dios mío. Nooooo. ¿Por qué? Pues porque sabiendo cómo es mi casero, me habría echado el broncazo por tirar tres botes de kéfir de 500ml, un taper roto y un poco de papel de burbujas todo de una vez en la bolsa para plásticos de casa -no hay contenedor de plásticos comunitario, así que tengo que tirarlo en casa-. Por esta razón, opté por escurrir el bulto.

Pues estoy deshaciéndome del muerto cuando se acerca la vecina a reñirme en alemán (o a hablarme en alemán en modo alemán, que yo no noto la diferencia).

Me empezó a decir -entendí por gestos- que tenía que reciclar. Que los restos de vegetales crudos, al bidón de compostable y que los restos cocinados, al de basura general, que si no se llenaba mucho y que costaba dinero. Y yo diciéndole que ya, que yo reciclaba (es verdad), que ya lo sabía. Y ella seguía diciéndome cosas y yo seguía diciéndole que ya lo sabía. -No me dijo nada de los plásticos-. Y de repente me empieza a hablar simpática, me sonríe y parece que queda conforme. Hasta me toca el brazo y me dice: "uy, que calentita estás".

Yo me quedé pensando en la bolsa amarilla que acababa de tirar en el bidón de basura general - "la saco, no la saco..." - .

Ahora de repente, aparece mi casero también ahí. Hala, venga, todos juntos.

Yo tenía poco tiempo así que me fui a seguir con lo mío, pero con la bolsa amarilla en la cabeza.

Pues subimos mi casero y yo... estoy en mi habitación terminando cosas y llaman a la puerta. Era la vecina. Habla bajito y cuenta cosas. Mi casero cierra la puerta y yo esperando a que en cualquier momento viniera a decirme que si tal que si cual (no lo quiero llamar sermón, porque en el fondo puedo entenderle, pero para mí, en ese momento, lo era). Al rato me empieza a decir: "me ha dicho la vecina que has bajado muchas cosas. Eso no es bueno".

(Omito la típica conversación en defensa propia cada un@ de sus intereses y visión del asunto y comento que en estos momentos es cuando se aplica eso de que "a donde vayas tienes que adaptarte, aceptar sus costumbres..." aunque vayan contra tu lógica).

Para deshacerte de la basura final es mejor ir tirándola poco a poco -con antelación planificada- que no de sopetón, por eso de los impuestos. Es mi caso, que eran tres bolsas (mucho más pequeñas que una estándar azul de las que tenemos en España), y ya hubo jaleo.

Pues ya ni te cuento para deshacerme de lo poco que me quedaba de comida (ya había dado un montón), pero algo me quedaba: algunos champiñones, un tarrito de salsa de soja, algunos espaguetis, ... NO VEAS como cambia la percepción de las cosas en cuanto a espacio cuando no te puedes deshacer de ellas. Ves una caja con unos pocos de champiñones, un poco de queso, algunos espaguetis, salsa de soja, un pimiento... y dices "buah, con esto me muero de hambre", pero si lo ves desde la perspectiva "nadie se lo quiere quedar, está estorbando y ya es demasiado lo que estoy tirando", pues te quedas to loca.

A todo esto, fui a sacar la bolsa amarilla. Y menos mal. Menos mal. Porque los kéfir estaban fermentados... y las botellas estaban un poco a presión. Abrí una y soltó gas. Abrí otra y soltó gas, me dio un meneo la mano de la presión y me salpicó el kéfir en cara y pecho. Miré la tercera botella. La toqué. "Uy, esto está muy gordo. Yo esto no lo abro". Y ya empecé a imaginar (yo es que soy muy de imaginar)... "ostia... ¿te imaginas que la hubiera dejado en el contenedor y estalla el bidón justo cuando alguien va a echar la basura?" Me acordé de la escena de El efecto mariposa (la del petardo en el buzón) y me dio to mal rollo. Luego pensé en dejar el bote por ahí, en cualquier parte, entre matorrales, que había muchos, pero se me vino a la cabeza cualquier perrete que pasease y descarté la idea de inmediato. "¿Y qué coño hago con esto? Venga, lo abro... pero,  ¿y si me estalla en las manos?" Así que se me ocurrió la mejor opción: llamé a una persona que sabía podía resolverme la duda pues, habiendo estado en el ejército, seguro se había encontrado casos similares o incluso peores. - ¿Jose? ¿Tú sabrías como puedo hacer para desactivar un kéfir sin que me reviente? Pínchalo o rájalo con un cúter. Que salga el aire poco a poco. Ni se te ocurra abrirlo, que eso puede llegar a Lima. Sabia respuesta. Sabía que podía contar con él.

Pues allí fui yo con un chaquetón y unos guantes, por si acaso, y armada con un cúter, dispuesta a realizar la operación. Me busqué un lugar despejado y... todo estupendo. Eso sí. Yo estaba entre cagá y riéndome de lo absurdo y bizarro que me estaba pareciendo todo.


Tampoco me podía deshacer de la ropa que no me cabía en la maleta ni de un par de planchas de poliestireno. Cómo me deshice de ellas es ya otra historia. Ahora estoy en España, siento que se ha cerrado una etapa que se tenía que cerrar y respiro muy feliz. Lo veo y siento todo súper lejano, como si hubiera pasado mucho tiempo...

Lo más curioso de hoy ha sido levantarme y no seguir la misma rutina. La cocina ya no es la misma. Eso sí, cuando me he despertado esta noche para mear, creía que estaba en Nürtingen todavía y me he sonreído de la confusión. Me he despertado a la hora que siempre me despertaba.